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Tomé la decisión de escribir Dillon, Read & Co. Inc. y la Aristocracia
de la Industria Carcelaria, mientras trabajaba haciendo jardinería en una granja
comunitaria, ubicada en Montana, durante el verano del 2005. Yo había venido
a Montana para crear el modelo de las actividades que iban a desarrollar los Círculos
de Inversiones Solari, una asociación privada de inversionistas que practican
la “intimidad financiera”, invirtiendo tanto en gente como en productos
reconocidos y confiables para nosotros o nuestra red. Si queremos agua limpia, comida
fresca, infraestructura sostenible, bancos seguros, compañías legítimas
y comunidades saludables, vamos a tener que financiar y gobernar estos recursos nosotros
mismos. No podemos invertir en acciones y bonos que provienen tanto de grandes corporaciones
como de gobiernos, que perjudican nuestra comida y agua - así como al medioambiente
y a los seres vivos en general -, para luego esperar que tales recursos estén
disponibles cuando los necesitemos. Tampoco podemos hacer negocios con bancos que
están provocando la bancarrota de nuestra economía y del gobierno.
Sobrevivir
y prosperar como un pueblo libre, depende de crear y hacer transacciones con monedas
e inversiones diferentes a aquellas que son tanto impresas como manipuladas por Washington
y Wall Street. Esas mismas que, eventualmente ponen fin a nuestros derechos y recursos.
Lo que encontré en Montana, no obstante, lo vi también en otras comunidades
a lo largo de Estados Unidos. Estamos tan enredados económicamente con el gobierno
federal y las grandes corporaciones, que no podemos ver nuestro grado de complicidad
en todo aquello que decimos repudiar. Nuestras redes sociales están tan interrelacionadas
con los líderes de las instituciones – entre quienes se encuentran funcionarios
del gobierno, banqueros, abogados, profesores universitarios, directivas de fundaciones,
ejecutivos de corporaciones, inversionistas o compañeros de universidad que
ya se graduaron, además de otros –, que no nos atrevemos a mostrarle
a nuestros propios familiares, amigos, colegas y vecinos, su responsabilidad frente
a tal complicidad económica y operativa. Mientras odiamos “el sistema”
seguimos respetando y apoyando tanto a las personas como a las instituciones que lo
están implementando, al interactuar y realizar transacciones con ellas en nuestra
vida cotidiana. Disfrutar de los beneficios económicos y otras ventajas provenientes
de tal apoyo, asegura nuestra continua complicidad y contribución para impulsar
todo aquello que decimos odiar.
Sentada en la tierra fértil, en medio de la hermosura de vegetales y flores
que se encontraban en la granja, estaba enfrentada a la inutilidad de intentar crear
soluciones, sin tener en cuenta algunos consensos básicos acerca de la “tenia”
económica que está matándonos - y a todos los seres vivos -,
mientras la seguimos alimentando ciegamente. En un mundo dominado por la guerra económica,
debemos conocer la estrategia de cada participante en este juego. Debemos conocer
la tenia económica y cómo funciona a manera de parásito dentro
de nuestras vidas. Una tenia inyecta químicos en un huésped, causando
que éste ansíe fuertemente lo que ella obtiene. En Estados Unidos nos
desesperamos frente a nuestro propio deterioro, pero al mismo tiempo, deseamos fervientemente
la próxima dosis de químicos inyectados por dicha tenia.
Teniendo todo esto en mente, decidí escribir Dillon Read & Co. Inc y
la Aristocracia de la industria carcelaria, con el fin de que fuera un estudio de
caso diseñado para ayudar a entender la profundidad del sistema. Dicho análisis
muestra la historia de dos equipos con dos visiones, en competencia, sobre Estados
Unidos. La primera era compartida por mi vieja firma en Wall Street –Dillon
Read– y la administración Clinton, que contaba con el apoyo total de
ambos partidos dentro del Congreso. Con esta visión, la aristocracia del país
gana dinero atrapando a nuestros jóvenes en un “movimiento de pinzas”
conformado por el problema de las drogas y el sistema penitenciario. Además,
gana el apoyo de la clase media para llevar a cabo estas políticas, a través
de factores tales como la continua y creciente corriente de financiación gubernamental,
los contratos para llevar a cabo actividades relacionadas con la guerra contra las
drogas - a nivel federal, estatal y local – y las ganancias del mercado de acciones
que se encuentran relacionadas con todo lo anterior. Este consenso llega a ser aún
más poderoso, debido a la ola de deuda creciente que se usa para generar la
burbuja inmobiliaria, el mercado de hipotecas y la manipulación de las acciones,
así como de los mercados de oro y de metales preciosos dentro del “pump
and dump” (inflar y desechar) más grande de la historia: el de toda la
economía estadounidense. Esto es más que un proceso para acabar con
la clase media. Es genocidio; uno mucho más disimulado y letal que los que
habían llevado a cabo, mucho antes, los canallas que aparecen en nuestros libros
de historia.
La segunda visión era compartida por mi banco de inversión en Washington
–The Hamilton Securities Group– y por un pequeño grupo de excelentes
empleados y líderes gubernamentales que creyeron en el poder de la educación,
del trabajo duro y de una nueva asociación conformada por la gente, la tierra
y la tecnología. Esta visión nos permitiría pagar de contado
deudas públicas y privadas, así como crear infraestructura, capital
y nuevos negocios. Creíamos que nuevas épocas y tecnologías impulsarían
un resurgimiento, el cual permitiría que esfuerzos descentralizados comenzaran
a trabajar en los fuertes desafíos que enfrentamos en aspectos tales como:
la población, el medioambiente, el manejo de recursos y el acelerado crecimiento
de la brecha cultural entre quienes tienen más habilidades en el manejo de
la tecnología y la mayoría de la gente.
Mi esperanza es que Dillon Read & Co. Inc y la Aristocracia de la industria
carcelaria, ayude a que ustedes entiendan el juego lo suficiente como para reconocer
la línea que divide ambas visiones. Una centraliza el poder y el conocimiento
de una forma en que destruye comunidades e infraestructura, mientras domina la riqueza
y disminuye las libertades. La otra, por el contrario, diversifica el poder y el conocimiento
para crear nuevas riquezas -a través de la reconstrucción de infraestructuras
y comunidades, así como del fortalecimiento de nuestros recursos naturales-,
reafirmando así nuestros viejos y más profundos sueños de libertad.
Mi esperanza es que a medida que crece su poder para entender el juego financiero
y las líneas divisorias, ustedes serán más capaces de construir
redes conformadas por gente auténtica que inventa soluciones auténticas
ante los desafíos reales que enfrentamos.
Mi esperanza es que ustedes ya no le sigan dando la bienvenida, tanto dentro de
su vida como de su trabajo, a personas y organizaciones que sabotean los verdaderos
cambios. Si suficientes de nosotros nos mantenemos al margen de esa visión
y nos unimos a la intención de transformar el juego, daremos paso, así,
a la magia que llega en tiempos difíciles.
Sí. Hay un mejor camino. Y sí, nosotros podemos crearlo.
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