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Coutts es
uno de los bancos privados más prestigiosos del mundo. (Logo
cortesía del Banco Coutts) |
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En diciembre de 1998, durante el periodo en que Dillon Read liquidó su participación
en Cornell Corrections (Reformatorios Cornell) y se esfumaron 59 mil millones de dólares
del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD), la revista Time publicó
un artículo de S.C. Gwynne con la labor investigativa de Adam Zagorin. Este
artículo, “Sólo escóndame la plata” (Just Hide Me
the Money)” trata sobre la fusión de Citicorp y Travelers en octubre
del mismo año y sobre el mundo de la banca en los paraísos fiscales
(offshore):
“La unidad de banca privada (o banca personal) del Citibank posee mas de
100 mil millones de dólares, el equivalente de todo el Citibank en el año
1982. Estos dineros, a su vez, forman parte de un fondo común global de 17
trillones de dólares, que pertenece a lo que los banqueros llaman eufemísticamente
‘individuos de un alto patrimonio neto”: consorcios con una rentabilidad
bancaria de más de 150 mil millones de dólares anuales. Estas cifras
son impresionantes, sobre todo teniendo en cuenta que, aparte de unas cuantas aletargadas
instituciones británicas y suizas, antes de los años 1980, no existía
el negocio de la banca privada. A comienzos de este año, el Citibank pronosticó
que, antes del 2010, su banca privada alcanzaría el trillón de dólares
—sí, trillon, con T mayuscula —de activos. Además, enfrenta
a unos 4,000 competidores, desde instituciones de talla como la Unión de Bancos
Suizos [NOTA DE LA AUTORA: el banco que compró la Sociedad de Banca Suiza,
la cual había adquirido a Dillon Read], pasando por bancos herméticos
reservados en el pequeño Principado de Andorra, hasta comisionistas en Miami
y Oficinas contables en las Islas del Canal.”
Uno de los fondos offshore de Dillon que invirtió en Cornell Corrections
fue Concord Partners Japan Limited. Sus funcionarios y directores, enumerados en el
Anexo D del formato13-D entregado por Dillon a la Comisión de Acciones y Valores
(SEC) en abril de 1997, constituyen una colección impresionante de dirigentes
empresariales japoneses, y a una persona jurídica, Amerex, S.A., cuya dirección
postal corresponde a una de las direcciones del banco privado Coutts en las Bahamas.
Este fondo de Dillon nos lleva al enlace entre la privatización de las prisiones,
los fondos de los paraísos fiscales (offshore) y lo que es tal vez el banco
privado más prestigioso del mundo. En anticipación de las ganancias
por obtener al momento en el que las acciones de las cárceles privadas aumentaran
de valor y se cotizaran en la bolsa, ya estaba diseñado un mecanismo financiero
impersonal (que ya es moneda corriente), el cual creaba incentivos adicionales de
alcance global. Además garantizaba mayores beneficios a los inversionistas
al rebajar disminuir el “Índice del Helado” que afectaba a aquellas
personas y comunidades del común que eran muy ajenas a los intereses de los
inversionistas.
Según
la enciclopedia electrónica Wikipedia:
“Coutts tiene su Casa Matriz en la Calle Strand No. 440 en Londres
y sucursales a lo largo del Reino Unido y del resto del mundo. Es un banco privado,
lo que quiere decir que sus clientes lo son por invitación. Se les invita a
hacer negocios con Coutts sólo si tienen activos líquidos por encima
de las 500,000 libras esterlinas [NOTA DE LA AUTORA: medio millón de libras
esterlinas equivalen a aproximadamente 860,000 dólares] o si, en su defecto,
poseen una cartera de inversiones de más de 1,000,000 libras esterlinas [unos
1.72 millones de dólares]. Coutts es conocido en Inglaterra por ser el banco
de la Reina Isabel II. Tiene a disposición de la familia real un cajero automático
ubicado en el sótano del Palacio de Buckingham. Es conocido como “El
banco de la Reina” por su reputación como el banco que sirve a la Familia
Real Británica, y también es el banco privado más grande del
Reino Unido. Históricamente, Coutts era el banco de la nobleza adscrito a la
cámara de compensación de la clase terrateniente. Sin embargo, hoy se
le considera como una acaudalada institución gerencial dispuesta a administrar
la riqueza de un amplio abanico de clientes, deportistas de alto nivel, ganadores
de lotería, estrellas del fútbol, hombres de negocios, empresarios,
y cantantes pop. No se tiene que ser del Jet-Set para entrar, pero si se es, ayuda.
“Además de ser el banco de la Reina, al Coutts también
se le conoce por ser el banco de los ricos y famosos de la sociedad británica.
En 1999, se supo que la Reina Madre Isabel, tenía un sobregiro en Coutts de
unas 6 millones de libras esterlinas [NOTA DE LA AUTORA: aproximadamente 10 millones
de dólares]. Sarah, la Duquesa de York, también tenía un sobregiro
considerable con el banco, de aproximadamente 8 millones de libras esterlinas [NOTA
DE LA AUTORA: aproximadamente 13.8 millones de dólares]. Tales sobregiros,
posteriormente, fueron cancelados...” |
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Su Majestad, la Reina
Isabel
(Foto cortesía de Memorial University de Newfoundland) |
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Supongamos que soy cliente de un banco privado como el Coutts. Digamos que a través
de él cuento con participación en un fondo offshore, que tiene inversiones
en el sistema carcelario privado. Mi inversión crece proporcionalmente al número
de personas que van a parar a esas cárceles. Si se promulgan leyes que conllevan
penas mínimas obligatorias mi inversión adquiere más valor. Los
contratos aprobados por políticos y altos funcionarios del Estado para la construcción
de más cárceles privadas también lo hacen. El incremento de la
actividad policíaca y de las detenciones favorecen mi inversión, aún
más.
Naturalmente, puedo solicitar préstamos que se respaldan con la apreciación
de mi cartera sin verme obligado a liquidar mi inversión. De tal manera, mi
inversión sigue creciendo y yo sigo percibiendo los dividendos y disfrutando
de la liquidez correspondiente. De hecho, gracias a las maravillas de la banca moderna,
yo puedo hacer efectiva mi inversión con una simple tarjeta débito,
así como se supone pueden hacerlo los empleados de la familia real británica
a través del cajero automático de Coutts en el sótano del Palacio
de Buckingham. Es más, la trata de esclavos jamás llegó a imaginarse
un poder financiero, una tecnología y una liquidez tan completos, instantáneos
y respetables.
Esto nos debe llevar a reflexionar. Si la burbuja inmobiliaria convirtió
nuestros hogares en cajeros automáticos y nos llevó a endeudarnos más
allá de nuestras posibilidades de pago ¿acaso la privatización
de nuestro sistema carcelario servirá de incentivo para que sus inversionistas
apoyen políticas públicas que penalicen aún más nuestros
actos en el futuro?
La carta de Catherine al New York Times acerca de
los sistemas incentivos perversos y la economía “de espiral” de
las acciones carcelarias, antes de que supiera que Dillon había financiado
y luego liquidado su participación en los Reformatorios Cornell:
Gracias por la nota de Tim Egan sobre las prisiones. Fue un resumen excelente sobre
el fenómeno del crecimiento de la población carcelaria en los Estados
Unidos durante las últimas dos décadas. Un seguimiento muy ilustrativo
podría ser la exploración de cómo opera el dinero invertido en
estas cárceles.[89]
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Hace poco llamé al abogado de Washington que representó el Hamilton
Securities Group, hasta 1998, frente a la investigación penal. Le pregunté
dónde me habría recluido el Departamento de Justicia (DOJ) si hubiese
logrado su objetivo de condenarme. Dijo que la orden del tribunal habría llegado
al Buró Federal de Prisiones del DOJ y que lo más probable es que me
hubieran recluido en una de las cárceles de Cornell Corrections. Irónico,
por decir lo mínimo. Ahora tengo la satisfacción de saber que, por el
precio de millones de dólares míos en gastos de litigio e investigación
a lo largo de 10 años, posiblemente impedí que mis antiguos socios y
colegas en Dillon Read y sus inversionistas nacionales e internacionales, se ganaran
otros 11 mil dólares con sus acciones carcelarias. No dejé que se ganaran
ese 44% (la participación de Dillon) que equivalen al alza en las acciones
de Cornell Corrections por otro preso más. En este caso, yo.
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