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Durante los años 80, Barry Seal, quien ocasionalmente trabajaba como agente
del gobierno, encabezó una operación de narcotráfico que traspasó
a Estados Unidos una gran cantidad de droga –estimada en 5 mil millones de dólares–
proveniente de América Latina, a través de un aeropuerto en Mena, Arkansas.
[16]. De acuerdo con periodistas e investigadores del caso Mena, la operación
estaba siendo protegida desde los más altos niveles del Consejo Nacional de
Seguridad, en ese entonces bajo el liderazgo de George H.W. Bush, y del que formaba
parte Oliver North. Según el escritor y periodista de investigación
Daniel Hopsicker, inmediatamente después de que Seal fuera asesinado en Febrero
de 1986, fue encontrado en su bolsillo el número de teléfono personal
del vicepresidente H.W. Bush. Gracias a los esfuerzos de Hopsicker, los documentos
de Barry Seal terminaron dando paso a la divulgación de un hecho poco conocido
en la historia del contrabando: los ejecutivos de RJR en América Central habían
ayudado a Seal a transportar contrabando clandestinamente hacia los Estados Unidos
en los años 70 [17].
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Foto de la portada del libro Barry
& "The Boys", escrito por Daniel Hopsicker. En ella aparece Barry
Seal (tercero a la izquierda) con algunos de sus colegas de la CIA en 1963.
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Las operaciones para traficar armas y drogas en Mena continuaron después
del asesinato de Seal. Ocho meses después, la avioneta de Seal, llamada “Fat
Lady”, fue derribada a tiros en Nicaragua. Llevaba armas para los Contras. El
único sobreviviente, Eugene Hassenfuss, confesó la operación
ilegal, que se llevó a cabo desde el aeropuerto de Mena. La captura de Hassenfuss
inspiró a Oliver North y a su secretario en el Consejo Nacional de Seguridad
para embarcarse varios días en la destrucción de documentos. Los archivos
que sobrevivieron a tal acción llevada a cabo por North y que fueron finalmente
proporcionados al Congreso, contenían cientos de referencias a tráfico
de drogas.
Un fiscal independiente fue designado para investigar los cuestionamientos generados
por la captura de Hassenfuss, tal y como lo afirmó Chris Sanders –director
de Sanders Research [19]– en su nota introductoria a mi artículo “El
mito del estado de derecho”:
“La investigación terminó con no menos de 14 individuos acusados
o condenados por diversos crímenes. Entre ellos se encontraban altos miembros
del Consejo Nacional de Seguridad, el Secretario de Defensa y el jefe de operaciones
secretas de la CIA, entre otros. Después de haber sido elegido presidente en
1988, George Bush indultó a seis de estos hombres. Asimismo, durante el curso
de esta investigación surgieron rumores de que la administración había
autorizado el tráfico de drogas, además de haber brindado los recursos
necesarios para financiar tales operaciones. Estos cargos fueron desviados exitosamente
de la investigación, pero nunca dejaron de tenerse en cuenta. De hecho fueron
examinados, separadamente, por un comité del Congreso –encabezado por,
el en ese momento senador, John Kerry–, el cuál concluyó que,
de hecho, los Contras habían estado involucrados en actividades relacionadas
con narcotráfico, y que elementos del gobierno de Estados Unidos estaban enterados
de ello”.
Hay una frase estándar que uno escucha cuando habla con la gente de Washington
D.C sobre la avalancha de operaciones relacionadas con el narcotráfico y el
lavado de dinero que tuvieron lugar en Arkansas durante los años 80. “Oh,
aquellas acusaciones fueron totalmente desacreditadas”, dicen. Pero esto no
es así. Gracias a numerosos periodistas y miembros de agencias de seguridad
de los Estados Unidos, existe documentación bastante creíble sobre el
tráfico de drogas en Mena, así como el lavado de dinero que estaba relacionado
con él, y sostiene la hipótesis de que el gobierno estuvo participando
o fue cómplice de significativas operaciones de tráfico de drogas. Los
documentos hablan de relaciones entre dichas operaciones con empleados del Consejo
Nacional de Seguridad, el Departamento de Justicia, la CIA (bajo el liderazgo del,
en aquella época, vicepresidente Bush), la Agencia de Desarrollo y Finanzas
de Arkansas (ADFA, según sus siglas en inglés) y Bill Clinton, en aquel
entonces gobernador de ese estado. ADFA era un distribuidor local de los subsidios
y programas de financiamiento otorgados por el Departamento de Vivienda y Desarrollo
Urbano (HUD) de los Estados Unidos. Asimismo se constituía como un activo emisor
de bonos municipales de vivienda. Una de sus firmas de abogados incluía entre
sus socios a la esposa de Clinton, Hillary, además de varios miembros de su
administración, entre quienes se encontraban Vince Foster, uno de los asesores
legales de la Casa Blanca y el Fiscal General Adjunto, Webster Hubbel.
Entre aquellas personas que se encontraban condenadas y que fueron indultadas por
el Presidente Bush, se encontraban Cap Weinberger –el ex Abogado General de
Bechtel, egresado de Harvard y ex Secretario de Defensa, quien durante su gestión
en ese cargo supervisó una de las operaciones con contratistas privados más
corruptas en la historia de Estados Unidos. El editor de Forbes James Norman dejó
la revista en 1995, debido que esta se negó a publicar una historia suya llamada
“Fostergate” que hablaba sobre la muerte de Vince Foster, y como ésta
estaba relacionada con el sofisticado software, PROMIS, el cual, supuestamente, era
utilizado para lavar dinero, incluyendo fondos para transacciones de armas y drogas,
que se estaban llevado a cabo a través de Arkansas. El texto de Norman acusaba,
tácitamente, a Weinberger de beneficiarse de una parte de las ganancias provenientes
de las operaciones de contrabando de Seal, la cual habría recibido a través
de una cuenta en Suiza. En otros reportajes, se consideraba que el software era una
adaptación del PROMIS, que habría sido robado a una compañía
llamada Inslaw y entregado a otra de Arkansas controlada por Jackson Stephens. Algo
para agregar a esta historia es un estudio reciente sobre la industria penitenciaria,
el cual muestra que Stephens, Inc., –el banco de inversiones perteneciente a
Jackson Stephens– era uno de los más grandes emisores de bonos municipales
para construir prisiones.
Algunos de los documentos más convincentes sobre la operación llevada
a cabo por Seal en Mena y el lavado de dinero relacionado con ella, fueron suministrados
por William Duncan, ex coordinador de Operaciones Especiales para la región
sureste de la División de Investigación Criminal, perteneciente al Servicio
de Impuestos Internos (IRS) del Departamento de Hacienda de los Estados Unidos. Esta
entidad despidió a Duncan en Junio de 1989, cuando este se negó a atenuar
o a encubrir los hechos en un testimonio ante el congreso. [21] [22]. Teniendo en
cuenta que es ilegal mentir ante el congreso, eso significa que, paradójicamente,
Duncan fue despedido por negarse a romper la ley y, en el proceso, a proteger una
empresa criminal.
Cuando Duncan fue despedido, quien ocupaba el cargo de Secretario de Hacienda,
en ese momento, era Nicholas F. Brady, ex presidente de Dillon Read. Brady dejó
a Dillon en septiembre de 1988 para unirse a la administración Reagan, anticipándose
a la victoria de Bush en las elecciones de Noviembre. Duncan fue despedido dentro
de los meses que abarcaron dos importantes eventos que se describirán detalladamente
en esta historia más adelante:
(i.) La toma del poder de RJR Nabisco que se hizo famosa gracias al libro Barbarians
at the Gate: The Fall of RJR Nabisco de Brian Burrough and John Helyer (Harper &
Row, 1990), así como a una película que lleva el mismo nombre y
(ii.) el momento en que Lou Gerstner, actual presidente del Carlyle Group, se unió
a RJR Nabisco para asegurarse de que el manejo de la empresa fuera lo suficientemente
emprendedora como para recuperar los millones de la nueva deuda adquirida durante
la toma del poder.
Como veremos posteriormente, la incapacidad de impedir que Duncan documentara la
corrupción en Mena y en la Secretaria de Hacienda, enfatizó la importancia
de poner el control de la IRS –así como de sus abundantes bases de datos
y sistemas de información que registraban el flujo de dinero– en manos
más amigables.
Los Narco Dólares en los años 80: South Central, Los Angeles
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Gary Webb
(FOTO Cortesía de NewsMakingNews.com) |
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La serie de reportajes de Gary Webb titulada “Dark Alliance” (“Alianza
Oscura”) –que muestra la explosión de la cocaína, proveniente
de Latinoamérica, en el Surcentro de Los Angeles, durante los años 80–
fue publicada originalmente por el San Jose Mercury News en el verano de 1996, para
luego convertirse en un libro en 1998. El reportaje y la documentación que
lo respaldaba argumentaban de manera convincente que el gobierno de los Estados Unidos
y sus aliados en el ejército de los Contras, estaban involucrados en el tráfico
de drogas que tenía como objetivo a los niños y a diferentes comunidades
de los Estados Unidos.
Los mismos de siempre hicieron su mejor esfuerzo para acabar con la credibilidad
de Webb y mantener oculto su reportaje. Entre ellos se debe incluir al Washington
Post, el cual había decidido no publicar, a último momento, el reportaje
de Sally Denton y Rodger Morris sobre Mena, el cual tiempo después, en el verano,
se incluiría en las páginas de la revista Penthouse. Afortunadamente,
Webb se las había arreglado para tener una cantidad significativa de documentos
legales que corroboraban la veracidad de su reportaje publicado en el San Jose Mercury
News. Justo en el momento en que esta periódico iba a quitar la nota de su
sitio web, miles de personas interesadas en el caso, alrededor del mundo, ya la habían
bajado a sus discos duros, a manera de aplastante evidencia. Gracias a Internet el
secreto del crack se dispersó.
Mike Ruppert es un ex investigador de narcóticos del Departamento de Policía
de Los Angeles, que se vio obligado a salir de esta entidad, después de rechazar
una oferta de la CIA para proteger sus operaciones de tráfico de drogas en
Los Angeles. Después de verse acorralado por Ruppert y la amenaza de sus pruebas
contundentes que respaldaban la historia de Webb –durante una reunión
comunitaria en el sur centro de Los Angeles, en 1996–, el director de la CIA,
John Deutsch, prometió que el inspector general de esa entidad investigaría
las acusaciones que aparecen en “Dark Alliance”.
Esto dio lugar a un informe de dos volúmenes publicado por la CIA en marzo
y octubre de 1998 que incluía la revelación de uno de los más
importantes documentos legales de los años 80: el Memorando de Entendimiento
(MOU, según sus siglas en inglés) entre el Departamento de Justicia
(DOJ) y la CIA, que databa del 11 de Febrero de 1982 y estuvo vigente hasta 1995.
[23] En el momento en que este fue elaborado, William French Smith era el Fiscal General
de Estados Unidos y William Casey –quién había sido un abogado
de Wall Street, además de ex socio y presidente de la Comisión de Acciones
y Valores (SEC) de EU– era director de la CIA. Casey, al igual que Douglas Dillon,
había trabajado para el fundador de la Oficina de Servicios Estratégicos
(OSS), Bill Donovan, y fue ex director del Export-Import Bank. Además era amigo
de George Schultz. Bechtel pensó en el Export-Import Bank para suministrar
garantías al gobierno que financiaron millonarios contratos de construcción
alrededor de todo el mundo. Casey contrató a Stanley Sporkin, ex fiscal de
la SEC, para que se desempeñara como Asesor General de la CIA. Cuando Schultz
se unió a la administración Reagan como Secretario de Estado, dichos
vínculos facilitaron en parte la cercanía, a un nivel más íntimo,
entre el mundo del dinero y el de la seguridad nacional. Cercanía que posiblemente
provocó sucesos tales como los ocurridos durante el periodo Iran-Contra.
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Stanley Sporkin, Asesor General
de la CIA durante el periodo Iran Contra
(Foto cortesía de Gavel Consulting) |
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Ninguna historia en los años 80 es completa si no se cuenta con un conocimiento
del proceder de los abogados y los mecanismos utilizados para legitimar el tráfico
de drogas y el lavado de dinero, delitos que contaban con la protección de
las leyes de seguridad nacional. A través del MOU, el DOJ libró a la
CIA de cualquier obligación legal que implicara informar sobre el tráfico
de drogas y las violaciones de las leyes antinarcóticos llevadas a cabo, ya
fuera por agentes de la CIA, como por colaboradores, empleados externos o contratistas
[23]. Es de suponer que esto incluía a los contratistas privados, quienes –por
medio de un decreto ejecutivo– ahora estaban autorizados para realizar trabajos
delicados de inteligencia y seguridad nacional.
FOTO: Stanley Sporkin, Asesor General de la CIA durante el periodo Iran Contra
(Foto cortesía de Gavel Consulting).
En realidad, con el Memorando de Entendimiento del DOJ y la CIA –aplicado
desde 1982 hasta que fue anulado en agosto de 1995– una epidemia de crack devastó
a las comunidades pobres de Estados Unidos. Además, cientos de miles de personas
pobres, quienes habían estado en prisión –culpadas por delitos
mayores– y que no tenían derecho a votar, fueron dejadas afuera de las
listas de electores, lo cual garantizó la protección de intereses determinados.
Entre tanto, el sistema financiero estadounidense se atiborró de aquello que
había crecido hasta llegar a alcanzar una cantidad estimada entre 500 mil millones
y 1 billón de dólares lavados por año, a finales de los 90. Como
es lógico, los ricos se hicieron más ricos, mientras que el poder corporativo
y la concentración del capital de inversión se disparó en los
lucrativos márgenes de las actividades criminales aprobadas por el Estado.
Stanley Sporkin, egresado de la Facultad de Derecho de Yale, fue designado por
Reagan para desempeñarse como juez en una corte federal, de 1985 a 1986, dejando
a la CIA con una licencia legal para asociarse con aliados y contratistas que se encontraban
traficando drogas. Años más tarde, utilizó su posición
para ayudar a organizar la destrucción de mi compañía, Hamilton
Securities, mientras predicaba a la asociación de abogados de la ciudad de
Washington sobre ética y buen gobierno. En el 2000 dejó su puesto para
convertirse en socio de la firma Weil, Gotshal & Manges, que asesoró a
Enron en lo referente a su bancarrota.
Gary Webb murió en el 2004, otra baja producto del esfuerzo de los organismos
policiales y de inteligencia, junto con los medios de comunicación –que
mantienen funcionado tanto el narcotráfico como la guerra contra las drogas–,
para reducir a la pobreza y hacer miserable la vida de aquellos que son capaces de
decir la verdad. En el corazón de esta maquinaria están miles de profesionales
socialmente prestigiosos como Sporkin, quienes organizan tal sistema dentro de un
laberinto conformado por firmas de abogados, cortes, cuentas bancarias gubernamentales
y contratistas que llevan a cabo sus operaciones detrás de un secreto muy bien
guardado, gracias a la figura del secreto profesional entre los abogados y sus clientes,
a las leyes de Seguridad Nacional y al enorme flujo de dinero de los diferentes sistemas
de crédito que maneja, apoya y respalda el gobierno federal estadounidense
[24].
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